domingo, 15 de noviembre de 2015

Carta de una desconocida

     R tras leer esto y darse cuenta de todo lo perdido, como guiado por la luz de su culpa, salió a la fría y oscura calle encapotada por negras nubes en dirección a la tumba de la chica que de verdad le quería. Durante el camino notaba que el frío atravesaba su alma, como si en su interior faltara algo, las nubes se hacían más oscuras a cada paso que daba, pero a él lo único que le importaba era el sentimiento vacío que había en su pecho, el desaliento que le hacía bajar la cabeza y mirar sus negros zapatos.

     Llegó al cementerio, se paró en la puerta, esta se abrió empujada por el viento y sintió que algo le llamaba hacia el interior de el mismo, una llamada familiar pero sin rostro. Entro con miedo, arrepentimiento y vergüenza buscando una tumba desconocida, pero que por alguna extraña razón sabía donde se encontraba.

     En una extensa llanura de piedras de corazones perdidos se dirigió a aquella que todavía emanaba luz, al menos para él.

     Se acercó a paso lento y sin fuerzas, a medida que se acercaba el viento se hacía más fuerte, hasta que llego, llego a aquella tumba donde reconocía el nombre de un verdadero amor ahora perdido para siempre.

     Se quedó ahí de pie durante un largo tiempo, sin perder de vista la lápida, sin decir nada, solo sintiendo el frío y el viento en su rostro.

     Su cabeza daba vueltas y vueltas, pero él no se inmutaba, la tormenta amenazaba, truenos sonaban en las cercanías, y allí donde solo su figura se alzaba comenzó a llover, una gota, otra gota, y tormenta, lo mismo pasaba en su cabeza, cada pensamiento una gota, y gota tras gota, pensamiento tras pensamiento, se creó tormenta en él, lloviendo pesares y miedos.


     Su propia tormenta le hizo caer de rodillas, y llorando pedía perdón, perdón por dudar, perdón por hablar en falso, perdón por no sentir. Las gotas de lluvia y el frío se confundían con sus lágrimas y su piel, sintiendo una total, fría y oscura soledad, pero en ese mundano frío sintió un calor que no era de este mundo, un calor hogareño, agradable y conocido, lo sintió a sus espaldas pero no quiso darse la vuelta, tras esto, sintió una leve presión en su hombro, una presión de amor, él puso su mano en su hombro, pero el calor se fue, ahora lo entendía, el amor no se pierde nunca si de verdad existe.

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